En la Gran Bretaña de los años 90, instalada ya en la nueva década, la familia real se enfrenta al que posiblemente sea su mayor reto hasta la fecha mientras el público cuestiona abiertamente su papel.
Se acerca el 40.º aniversario de su llegada al trono e Isabel II (Imelda Staunton) reflexiona sobre un reinado durante el que ha conocido a nueve primeros ministros, la implantación masiva de la televisión en los hogares y el ocaso del Imperio británico. Pero hay nuevos obstáculos en el horizonte. El colapso de la Unión Soviética y la transferencia de la soberanía de Hong Kong apuntan a un cambio radical en el orden internacional que supone tanto desafíos como oportunidades. Entretanto, se cuecen problemas en un ámbito mucho más privado.
El príncipe Carlos (Dominic West) presiona a su madre para que le deje divorciarse de Diana (Elizabeth Debicki), causa de una crisis constitucional de la monarquía. La pareja lleva vidas cada vez más independientes, lo que espolea los rumores y un mayor escrutinio por parte de los medios. Dada la situación, Diana decide tomar las riendas del discurso en torno a su persona y —obviando el protocolo familiar— publica un libro que merma el apoyo público a Carlos y deja en evidencia las grietas que hay entre los Windsor.
Las tensiones irán en aumento con la aparición de Mohamed Al Fayed (Salim Daw). Decidido a que lo acepten en los círculos más exclusivos, el empresario recurre a la fortuna y el poder que ha amasado con objeto de ganarse un puesto para él y otro para su hijo Dodi (Khalid Abdalla) en el seno de la realeza.
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