A los 19 años, Óscar De La Hoya ya era medalla de oro olímpica de boxeo, ganador de varios títulos mundiales como boxeador profesional, héroe local y modelo a seguir para su comunidad mexicano-estadounidense del este de Los Ángeles.

Apodado «El chico de oro», De La Hoya -con su atractivo físico, su carisma eléctrico y su sincera historia de haber ganado el oro olímpico por su madre moribunda- saltó a la fama nacional como una superestrella tanto dentro como fuera del cuadrilátero. Pero no todo era lo que parecía detrás de esa pulida fachada.
Desde martes 25

En este artículo

Iniciar conversación

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.